A partir de los 25 años, la síntesis de esta proteína va disminuyendo y poco a poco se van perdiendo estas preciadas características. Se va volviendo cada vez menos resistente, elástica, presenta mayor dificultad de regeneración… lo que se traduce en arrugas, descolgamiento y alteraciones en la piel.
Los bioestimuladores o precursores de cólageno, una vez administrados en la piel, activan a los fibroblastos (células que contribuyen a la formación de tejido conectivo y cuya función es la producción natural de esta proteína, el colágeno), lo que significa la producción de nuevo colágeno, devolviendo a la piel tersura y salud.
Es una técnica mínimamente invasiva y apenas dolorosa en la que, mediante aguja o cánula, introducimos el producto en la capa correcta de la piel, de manera muy bien repartida. Con ello intentamos activar el mayor número de fibroblastos posibles y crear un mallado para proporcionar mayor tensión a la piel.
Todos estos estimuladores del colágeno son producto biocompatibles, lo que significa que no deberían provocar efectos indeseados en la piel y que además son metabolizados por la piel cuando hayan alcanzado su función.